En la guerra de las plataformas de VoD por hacerse con el mercado y por conectar con sus potenciales espectadores, casi se podría hacer un capítulo a parte de lo que están haciendo en redes sociales y cómo compiten por ser las más dinámicas, las que tienen el perfil más interesante o las que hacen más guiños a sus seguidores/consumidores. Todas quieren ser las mejores y todas tienen en común unas cuantas cosas. Una de ellas es, claramente, el uso de gifs. No hay más que entrar en los perfiles en Twitter en España de HBO o Netflix, darse una vuelta y ver cómo se acumulan los contenidos de este tipo. Sus últimos tuist están llenos de gifs.
Y no solo eso: la imagen de sus contenidos y las conversaciones sobre sus productos se hacen en gifs. Cada capítulo de sus series estrella es despedazado por sus seguidores no solo en una colección de memes sino también en una colección de gifs que empiezan a circular por la red y que son compartidos de forma masiva. De hecho, el éxito de estos gifs puede ser tan elevado que acaban entrando en la cultura popular y siendo empleados y compartidos hasta por quienes no son seguidores de esas series de éxito y quienes en realidad no conocen a los personajes. El gif se convierte así en una especie de avanzadilla que convierte al contenido en todavía más popular y que llega a muchos más potenciales consumidores de los que hubiese llegado de otro modo.
La importancia del gif es ya decisiva. Los internautas lo han incorporado a sus conversaciones en la red y han hecho además que desaparezcan las barreras demográficas en esos contenidos. No se trata ya solo de que los jóvenes usen gifs, sino que su popularización ha empezado a calar en todos los grupos demográficos que emplean la red. El gif, se podría decir, no sabe de edades.
Por otro lado, y ante un contenido tan popular, la herramienta se ha convertido también en una oportunidad para las marcas y para las empresas. El gif debe ser ya una parte incuestionable de la estrategia de marketing digital y no solo como elemento que se añade a las conversaciones sino también como vehículo para dar a conocer la marca, sus productos y sus valores.
Como apunta un columnista de The Drum, habría que vivir en una cueva para no haberse enterado ya de que se ha cruzado la frontera y ha arrancado la era de la comunicación visual. Usamos cada vez más imágenes en nuestras conversaciones en la red. No solo ocure con los ubicuos emojis, ultrapopulares en las conversaciones de todo tipo, sino también con los gifs.
Como recuerda, una de las últimas estadísticas (y limitada solo a una plataforma, Giphy), señala que 300 millones de personas la usaban cada día. Los consumidores se han pasado al gif y las empresas tienen que ser capaces de jugar con esas armas.
Eso sí, hacer un gif de producto, de marca o de algo relacionado con la compañía es también en cierto modo una cuestión de un arte. Algunas marcas y empresas fallan con sus gifs simplemente porque les aplican criterios publicitarios. Ven al gif como un anuncio más, cuando no es exactamente eso.
Como explica el experto en la columna, las compañías se preguntan qué quieren decir de ellas mismas en lugar de pensar en qué quieren usar los consumidores en sus conversaciones. Eso hace que sus gif no cuajen y no funcionen. El gif no puede ser simplemente spam, o no puede serlo si lo que se busca es que funcione a un nivel viral y fuera de las comunicaciones de la marca.
Para que funcionen, los gif tienen que unir tres puntos clave. Tienen que tener un buen storytelling (es decir, tienen que ser eficientes y contar su historia de forma clara en unos pocos segundos), tienen que ser útiles para el internauta y tienen que tener un impacto emocional (que además iene que ser universal: todo el mundo tienen que entender sin gran esfuerzo qué nos está diciendo el gif y empatizar con ello).
Fuente: Puromarketing.com
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